Me desaparecí estas semanas por todo el trabajo que hay siempre a fin de semestre y, también, por mi viaje a Lima. En mi último día en EE.UU, fui a una exposición en Nueva York de la artista Sue Coe. Advierto que este post será triste, pero, en compensación, el siguiente será más animado.
Sue Coe es una artista londinense, cuyo trabajo siempre ha sido orientado políticamente. Por eso, gran parte de su actividad fue como ilustradora en revistas y periódicos, con el fin de llegar a más gente. Mientras que en los 80s se enfocó en cuestiones de racismo y género, en los 90s se dedicó a temas de derechos animales. Como ella misma lo dice, se dio cuenta que hay un paralelo entre la opresión a los humanos y la explotación a los animales. Ellos (las víctimas del poder) son siempre "los otros". Sue Coe apeló a sus recuerdos de niñez, en la que vivió cerca de un matadero de cerdos, para crear su primera serie animalista Porkopolis; otros trabajos suyos son Pit's Letter, sobre los perros abandonados; y Sheep of Fools, sobre las ovejas y la industria de la carne en general.
La exposición que fui a ver se llama Elephants We Must Never Forget (Los elefantes que nunca debemos olvidar). Es una colección de dibujos, pinturas y grabados sobre la tortura dada a los elefantes desde la caza por el marfil, pasando por la caza deportiva y terminando en los circos.
Los únicos depredadores de los elefantes son los seres humanos. Estos grandes animales que en libertad recorren millas y millas, al ser capturados, son forzados a vivir en espacios pequeños toda su vida y son torturados para "amaestrarlos". Son condenados a vivir una vida llena de sufrimiento y miedo. Y eso lo saben muy bien Jumbo, Tom Thumb, Alice, Mary, Topsy, y Osama Bin Laden e Indra, protagonistas reales de esta muestra. En la exposición, no solo se presentan los cuadros, sino también recortes de periódicos de la época y/o fotos sobre estos casos.
Jumbo fue un elefante capturado para el Zoológico de Londres a finales del s.XIX. Luego, fue vendido a un circo en Nueva York. En 1885, el camión en el que estaba junto con otro elefantito Tom Thumb chocó con un tren, muriendo los dos. El maldito cirquero vio en estas muertes una forma más de lucrar. Disecó a Jumbo y lo exhibía junto con otra elefante, proveniente también del zoo de Londres, Alice, a quien vestían de luto, haciéndola pasar como su "viuda". Ella moriría dos años después, junto con otros animales, en el incendio del circo en Bridgeport.
Mary fue una elefante que mató accidentalmente a su domador en Tennesse, en 1916. La gente exigió su ejecución. Mary fue ahorcada delante de 2500 personas (niños incluidos). Se "olvidaron" de sacarle las cadenas de las patas antes de colgarla, con lo que la cadena que la colgaba se rompió, cayendo Mary al suelo con su peso de 5 toneladas. Aún con las caderas rotas, la colgaron de nuevo.
Sin embargo, así como hay seres humanos viles, también hay seres humanos que algo han hecho por ayudar a los elefantes. En Tennessee, hay un santuario de elefantes rescatados, y como buen refugio, no está abierto al público, dado que no hay nada más estresante para un animal silvestre que la exhibición. Hay otras organizaciones también que buscan la protección para los elefantes. Esta misma exposición, de alguna manera, habrá podido sensibilizar a más gente sobre lo que atraviesan estos animales y, a ver si al fin, se prohiben los circos con animales, y se persiga eficientemente el tráfico de marfil y la caza de elefantes.
Aun cuando no sé nada de arte, y dejando de lado el hecho de que este tema me toca mucho, el trabajo de Sue Coe me pareció alucinante (en la galería, también había files con reproducciones de obras anteriores). Tanto las pinturas a color como los dibujos a blanco y negro cumplen su cometido: hacernos sentir desgarradoramente una conexión con los animales y, en mi caso, apreciar el hecho de que el arte puede expresar de manera tan visceral la opresión que sufren todos los animales.